Que la fuerza te acompañe hasta la salida

Crítica: Star Wars VII

24 de mayo de 2020 Pablo J. Tasso
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La fuerza estaba muy bien dormidita, descansando en paz sin que ningún gigante del negocio intentase revivir aquel hito en el cine y la cultura que supuso Star Wars durante finales del siglo XX y principios del XXI. El Episodio VII (porque llamarlo Episodio IV.2 era demasiado obvio) es un claro ejemplo de producto hollywoodiense cuyo único fin es vaciar los bolsillos de los fans de siempre, para a cambio llenarles de profunda decepción. Los tsunamis de comercialización son un claro ejemplo de como la industria pretende explotar al público joven, el que por desgracia no ha disfrutado de las precuelas y cuyos efectos les parecen de risa. 

El nombre de J.J. Abrams se ha utilizado como un reclamo a priori interesante, a la espera de un soplo de aire fresco que renovase la franquicia. Las precuelas de la década del 2000 dejaron un sabor agridulce en las mentes de los más puristas, pero que aún así conservaban la esencia original del universo. Esta entrega pretende aportar su nuevo enfoque con la inclusión de un personaje femenino como protagonista y un hombre afroamericano como el clásico “sidekick”. Abogar por la inclusión es una decisión loable, pero esta estrategia no sirve para enmascarar una producción sosa y repetitiva. 

El universo de Star Wars no se ciñe solo al cine. A lo largo de los años, editoras de talla mundial han comercializado cómics y libros que completaban la historia de la gran pantalla. Tras la adquisición de la franquicia galáctica por parte de Disney, todas esas historias dejaron de considerarse oficiales. Una decisión tan arriesgada, que no contentó a un gran número de coleccionistas, solo se comprende si la historia que va a sustituirla es de una proporción, como poco, épica. Nada más lejos de la realidad.

Las reuniones para escribir el guion debieron ser pocas o inexistentes, por lo que optaron por reescribir el Episodio IV, añadiendo unos ligeros cambios, tan ligeros que podrían resultar imperceptibles. La estructura narrativa es calcada a la del Episodio IV: una joven huérfana que vive en un planeta desierto se embarca en una aventura después de que un droide con información confidencial sobre la “Nueva Orden” (un Imperio en el que no se han molestado ni en cambiar los trajes de los soldados) llega al planeta y se encuentra con ella. La trama podría mejorar, de no ser por que el conflicto y la solución que se proporcionan son los mismos en ambas películas: un artefacto con potencia para desintegrar planetas que debe ser destruido. Hasta Han Solo se mofa de los espectadores: “Es como la Estrella de la Muerte, pero más grande”. 

Las similitudes del guion con el episodio IV son tan obvias que parecen insultantes. El universo Star Wars ha sido alterado en post de obtener grandes beneficios, objetivo que han conseguido. Lo peor no es esto, si no que planean estrenar películas como pronto hasta 2026, películas que la gente va a seguir pagando por ver. 

La banda sonora es uno de los elementos positivos de la película (si falla en esto ya es para prenderle fuego al cine) y se nota que un gran director como Abrams lleva las riendas del proyecto, consiguiendo unas imágenes pasmosas, pero que dudo que pasen a la historia del cine al igual que algunas de las escenas de sus predecesoras.

El despertar de la fuerza es el que te toca hacer a ti como espectador cuando la película finaliza, a no ser que hayas conseguido verla durante las dos horas de metraje sin tan solo pegar una cabezada. La cinta cuenta con ritmo, pero carece de interés, pues es muy difícil llegar a conectar con los protagonistas de esta historia. 

Pese a su gran interpretación, Rey es un personaje que no termina de transmitir como heroína de la película, aunque cumple. Por otra parte, Kylo Ren es increíble, si se atiende a la acepción de que no hay quien se crea a ese personaje. En teoría sigue la estela de Darth Vader (quién volvió al sendero de la luz tras matar al emperador en su lecho de muerte), ¿pero le tiene que suplicar para que le guíe al lado oscuro? ¿No se suponía que El Lado Oscuro es aquello seductor y por eso lo difícil es mantenerse alejado de él? Podría resumirse a este personaje como un adolescente con una crisis de identidad, pero con la capacidad de estrangular a gente con sus poderes y de dejar rayos láser suspendidos en el aire: una escena inicial potente que otorga falsas esperanzas de ver una película espectacular.

El punto álgido por excelencia es la muerte de Han Solo, y lograría serlo si no fuese por la media hora que tarda en ocurrir, lo que le quita todo el suspense y lo convierte en una escena tan predecible como que después de beber mucha cerveza te van a entrar ganas de hacer pis. Es obvio que ese personaje debía morir, pero de un modo digno, tal como merece una de las caras más reconocibles de la franquicia.  Pero si hay algo que debería hacer retorcerse a George Lucas después de haber vendido su creación es el enfrentamiento entre Rey y Kylo Ren. Sí, hacen creer que Rey es una elegida y probablemente el último ser en toda la galaxia que puede utilizar la fuerza. Eso, siguiendo el relato clásico de profecía y conversión es lógico, pero lo que no puede ser es que en la primera entrega de la trilogía sea un ser con un poder que podría competir con el del mismísimo Yoda. ¿En qué cabeza cabe que una persona sin entrenamiento y que nunca ha cogido un sable láser le dé una auténtica turra a un “señor del mal” entrenado y más poderoso como Kylo Ren? ¿Nos hemos vuelto locos? 

En definitiva, el episodio VII es una buena película si no se ambienta en el mismo universo que las seis anteriores. Sufre del síndrome de El Padrino III: grandes películas que quedarán relegadas a un segundo plano por provenir de unas expectativas tan altas, de ese hermano mayor del que se espera que seas igual. Llamadle La Guerra del Cosmos, pero no me mientas diciendo que me vas a contar una historia de Star Wars si lo que vas a hacer es defecar sobre ella.

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